Si la música, desde mi punto de vista ha sido el gran arte de la historia de la humanidad, el cine ha sido el gran arte del siglo 20. La música es un arte lineal; de espacio y tiempo, el cine también. Hoy en día la edición de las películas se hace en computadoras y es una edición lineal de diferentes espacios filmados en determinados tiempos. La música se escribe en un pentagrama, que es lineal; diferentes notas o acordes que duran un determinado tiempo en determinados espacios y la grabación, producción y edición de esta también, hoy en día, se hace en computadoras, tal cómo se edita una película. Considerando esta relación directa e intrínseca de estos dos tipos de arte se llega a la conclusión de que la música complementa al cine y viceversa y también las dos van de la mano. En estas épocas ver una película que no contenga música o por lo menos una banda sonora sería impensable. El cine encontró a su pareja perfecta, la música; arte que por naturaleza tiene más relación y similitudes con el cine que cualquier otro arte. El cine es el compendio de todas las artes; música, pintura, danza, literatura, fotografía, etc. La fotografía es el otro arte que complementa al cine pero por el lado visual. La música le provee a la imagen una cadencia, una armonía para que las dos vayan de la mano. La imagen y la música son polisémicas, es decir, tienen diferentes o infinitos significados, por lo tanto las dos reciben del espectador u oyente diferentes interpretaciones, dependiendo de la persona que esté viendo una película o escuchando música. La música es un elemento que subjetiviza y psicologiza la imagen, por eso es tan importante para tantos directores que le prestan mucha atención a la música o al sonido en sus películas. La música en una película no está concebida para que se oiga conscientemente, está pensada para que sea un acompañamiento (de acciones, de diálogos) cuya presencia no se debe advertir. La música no solamente tiene la capacidad de aislar a cada espectador en su relación con el filme, en su sueño particular, por así decirlo, sino que además, inversamente, tiende a cristalizar colectivamente las reacciones del público, captando su atención sobre un detalle, sobre un personaje.
Si hay algo que la música traduzca fina y ricamente, sin que ningún otro elemento del cine pueda reemplazarla en esta función, es el flujo cambiante de las emociones sentidas por un personaje. Los sonidos de una película, en este caso el de la música, tienen una presencia incrementada por el hecho de que por sí mismos son bisensoriales, es decir, que afectan a dos sentidos a la vez; la música afecta al oído y al cuerpo. Las cosas bisensoriales poseen una eficacia y un impacto inmediato más acusado.
En el cine sonoro, basado en un modelo realista (escenas dialogadas en prosa, sin rimas, ni palabras repetidas, como en la vida) la música tiene la inmensa ventaja de ser un elemento libre cuya presencia y momentos de intervención no se sujetan a las reglas de la verosimilitud, ni están obligados a ser justificados por un elemento concreto del guión. Si ello ocurre, el problema se resuelve de manera bastante fácil (presencia de una radio o de una música de fonógrafo). Así la música permite que el naturalismo del cine sonoro no sea asfixiante y, por su propio lirismo, permite reflejar la duración. La música es, a veces, en el universo concreto del filme, lo que se escapa de las leyes de lo real, lo que parece existir en el sonido de manera independiente de lo que vemos. Y, en la medida, en que esta dimensión existe independientemente de lo real, puede constituir la representación de un orden simbólico, creador, organizador, susceptible de actuar sobre el resto del filme, de organizarlo, de conducirlo.
La música es el elemento más plástico del arte cinematográfico.
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